martes, 31 de enero de 2017

Dos chicos besándose


Craig y Harry tienen diecisiete años, un pasado en común y un objetivo actual: batir el récord del beso más largo de la historia. Y, de paso, demostrar que dos chicos besándose es algo completamente normal.«Ese es el poder de un beso: no puede matarte, pero sí devolverte a la vida».

Es uno de los mayores errores, pensar que ya está todo conseguido, que no hay que seguir luchando, que hemos llegado a la meta, a la cota más alta de aceptación y respeto. Hablo del colectivo LGTBI (no sé si me dejo atrás alguna letra), de una minoría históricamente marginada que ahora, al menos teóricamente, goza de igualdad. No nos engañemos, las cosas no son perfectas. En este tema viene a echarnos un capote Dos chicos besándose, la novela de David Levithan que con tanto acierto ha publicado Nocturna Ediciones y que toma como base un hecho real, el que protagonizaron dos chavales cuando quisieron marcar un nuevo récord del beso más largo del mundo y estuvieron casi treinta y tres horas pegados, de pie, sin comer ni hablar. Esta anécdota sirve para presentarnos a los protagonistas, todos menores de veinte años: los dos chavales que se acaban de conocer y están fascinados el uno con el otro, los que llevan un tiempo saliendo, pero uno de ellos lo hace a escondida de su familia, al que los padres echan de casa porque lo descubren hablando en un chat con otros hombres. Y a todos los une lo mismo: las cosas que para los demás son fáciles, para ellos no lo son tanto. Como si la vida tuviera para ellos un plus más de dificultad. Amar se convierte en un acto de valentía, en un ejercicio de riesgo. Y lo dice así en la página 14: “Sabemos que algunos seguís asustados. Sabemos que algunos todavía permanecéis en silencio. Que ahora (la situación) sea mejor no significa que todo esté bien”.
            Os habrá sorprendido algo en la anterior cita: ese narrador que se mete en la historia, que habla como si fuera un dios o alguien que ve la vida desde lo alto. Han acertado ustedes y es éste uno de los grandes aciertos del autor: crear un narrador que representa a todos los gays que han muerto, que han tenido que vivir en otras épocas mucho más terribles, que han sido vapuleados por el sida, por la ignorancia, por la violencia. Es decir, y fíjense qué planteamiento tan interesante: la generación de homosexuales que ya murieron narran a los lectores la historia de estos jóvenes a los que las cosas se le presentan algo más fáciles, pero no del todo. “Nuestra felicidad contenía desobediencia y miedo”. O cuando hablan del sida: "Nosotros no elegimos nuestra identidad, nacimos así, pero fuimos elegidos para morir por ella”. Hay algo maravilloso en esta historia de Dos chicos besándose y es obligar a los adolescentes a mirar para atrás, a saber que antes de ellos hubo otros gays que les abrieron el camino y que lucharon mucho más que ellos.
            Confieso que al principio, durante las primeras páginas, estaba algo perdido. No sabía qué me estaban contando, si era un ensayo, un fluir de conciencia o una recopilación de reflexiones, pero no: es una historia coral, entre lo terrible y lo tierno, en el que varios jóvenes se enfrentan a la aceptación de su identidad. Y el texto, escrito desde un respeto y una dulzura incuestionables, consigue eso tan difícil en estos tiempos: unir, potenciar la comunidad y el compañerismo porque como dice el narrador: “cuando rechazan a uno, nos rechazan a todos”. En Dos chicos besándose están varios amores homosexuales y también están todos los dolores: el de los padres que no aceptan, el de los odiadores profesionales que escupen su veneno sin control, el de los compañeros que insultan, que pegan, que avergüenzan. Y así es todo en esta historia: entre lo maravilloso y lo espantoso.
            Dos chicos besándose es un homenaje a las generaciones homosexuales que nos han precedido, porque a veces es necesario pararse, mirar atrás y dar las gracias. Gracias. Es también un retrato de una minoría, la gay, a través de las experiencias de varios jóvenes que sufren, que se desesperan y que piensan en la muerte y, sobre todo, es un canto a la valentía, a la confianza y al amor. Con que un solo lector se haya sentido mejor después de leerlo, habrá merecido la pena, porque este libro, señores, es sanador, es reconciliador. Es como un abrazo después de un disgusto. En este siglo en el que todavía siguen suicidándose adolescentes -sí, adolescentes- para no sufrir las burlas por su homosexualidad, libros como estos son imprescindibles. 

lunes, 30 de enero de 2017

Cicatrices, #MilVecesSi, Susana Bielsa


SINOPSIS: Julia ha comenzado a sanar sus heridas. Ha aprendido por el camino que aunque no va a dejar de ser como es sí que puede disfrutar con las personas positivas que la rodean: sus amigos y su pareja. Ha asumido que debe impedir que el miedo rija su vida. Sin embargo, los secretos amenazan la estabilidad que ha logrado alcanzar: Julia ha guardado para ella los de su pasado, Pauline le ha exigido ocultar uno de consecuencias impredecibles, Matt ha callado el suyo y Grethe tiene mucho que decir.
Hay quien asegura que el amor todo lo puede, pero ¿será verdad? ¿Será el de Matt y Julia lo bastante fuerte como para superar todos los obstáculos?
¿Quién no tiene cicatrices? Algunas son visibles y otras son tan profundas que necesitamos una mano amiga para curar esas heridas que no nos dejan avanzar.


#MilVecesSi es la segunda parte de la trilogía Cicatrices. Con esta premisa arranca una historia original, con una protagonista que sorprende, una mujer Asperger que se va abriendo a Matt conforme la trama avanza. Tanto Julia como Matt arrastran un pasado doloroso. Julia tiene que superar los maltratos que recibió de su novio, mientras que Matt trata de pasar página con Grethe, su exmujer, un matrimonio que empezó con mal pie desde el principio. Es justamente esto lo que pasa factura a una relación que parecía ir sobre ruedas. Sin embargo, el amor siempre resulta ser el arma más poderosa para vencer las dificultades. Porque al igual que en la primera parte, en esta entrega, Matt va derribando las barreras de una mujer frágil, de una mujer que no ha sido correspondida cuando ha amado. Es él quien le mostrará el verdadero significado de la palabra AMOR, un concepto que muchos no saben qué es.

Desde el inicio de la novela, la autora nos lleva a una época pasada, justo en el momento en el que Grethe se ha quedado embarazada. Conocemos algo más de su retorcida personalidad y del secreto que también guarda desde hace años. Sin embargo, este inicio será una asignatura pendiente con respecto a Matt y que no se resolverá hasta la tercera entrega.

Conoceremos un poco más a los hijos de Matt, a Pauline y a los gemelos Till y Hugo y el amor que siente su padre hacia ellos. No obstante, hay un personaje en esta segunda parte que me ha robado el corazón: el padre de Julia. A su manera, es un filósofo que quiere lo mejor para su hija. Esa manera de hablar me ha hecho sonreír en algún momento. 

En esta segunda entrega hay muchas escenas de sexo, una muestra de la complicidad que hay entre ellos, de la pasión que les desborda cuando se tocan. Si bien es cierto que es una historia erótica, la autora no queda solo en escenas subidas de tono, sino que ahonda en cómo se enfrenta una mujer asperger con el mundo, cuáles son las dificultades con las que se tiene que enfrentar en su día a día. Vemos también, que gracias a su relación con Matt, Julia es capaz de enfrentarse con aquellos que la han humillado de alguna y otra forma. Desde luego, Julia no es un personaje que deje indiferente al lector. En muchas ocasiones me he sentido identificada con ella.

Me gustaría recomendaros estas dos novelas, una historia que me ha tocado la fibra, una trama muy bien elaborada y sobre todo bien escrita. Con respecto a Matt, solo puedo decir que ojalá hubieran muchos hombres como él. Solo espero que la tercera parte no tarde en llegar.
 

viernes, 27 de enero de 2017

Mariposas en el estómago IV-VI


SINOPSIS:  No hay dos personas más diferentes que Beca y Alex. Ella lo daría todo por su familia, él lo daría todo para mantener lo más lejos posible a la suya. Ella es fuego controlado y él es el iceberg que puede convertir en mil pedazos el barco de apariencias al que ha hecho subir a todos. Una bomba contrarreloj, un cuadro desgarrado. Así que… ¿cuál es el verdadero Alex? Cuantos más días pasan juntos, más evidencias tiene Beca de que Alex solo muestra una parte de lo que dice ser; pero hay otra, una más profunda e inquietante que ella aún no conoce, y que hace que ambas familias quieran mantenerlos separados con todas las consecuencias. Un secreto que es tan pesado como una losa para Alex, mayor que todos los que ha revelado con cuentagotas hasta ahora. ¿Cuánto esconden aquellos ojos rasgados de halcón y tan azules como el infinito océano?
¿Quién es Álex? ¿Qué misterios se esconden tras esa mirada acerada?

Lo primero que tengo que decir de estas nuevas entregas de Mariposas en el estómago es que siguen siendo tan adictivas como las tres primeras. Los capítulos son cortos y siempre te dejan con la miel en los labios para seguir leyendo. Sigue habiendo química entre los dos protagonistas y las chispas saltan cuando están a solas. La historia sigue conservando frescura, a pesar de que la trama se va enredando cada vez más. Además de tener una trama romántica, en esta tiene también un toque de misterio.

Desde las primeras entregas vemos una evolución tanto en Álex como en Beca. Él sigue teniendo un punto canalla, a veces sobreprotector (en estas entregas percibo cuáles son los motivos por los que protege de una manera casi enfermiza a Beca), aunque también tiene una parte tierna que solo se la muestra a nuestra protagonista. Beca sigue siendo esa chica ingenua, sin embargo, tiene claro lo que quiere y cuando lo quiere. Sabe poner límites y sabe parar los pies a quien se los tiene que parar. Personalmente prefiero encontrarme a este tipo de protagonistas en las novelas. Chicas que deciden por sí mismas, chicas que no se dejan pisotear por nadie. ¡Cuánta falta nos hacen mujeres así!

En cuanto a la trama, vamos a ir conociendo esos secretos que guarda Alex y que lo atormentan desde hace dos años. Es entonces cuando entiendes esos cambios tan bruscos en él. En cierta manera, es difícil estar en la piel de Álex. Por otra parte, se revelará algún secreto que tiene que ver con el padre de Beca y que tiene que ver con el pasado de Alex.

Los personajes secundarios me siguen pareciendo muy necesarios para entender tanto el pasado de Álex como el de Beca. Están bien construidos y dan coherencia a esta historia que es mucho más que un instan love. Como comentaba en la primera entrega, esta es una historia de personajes, una trama que gana mucho con Marta, su hermano, pero sobre todo con Elisa y Sofía. Tengo que decir que son roba escenas.

Me siguen gustando esos capítulos narrados desde el punto de vista de Álex, una visión que te permite conocer mucho más al personaje. No me importaría que en las últimas entregas hubiera más capítulos desde el punto de vista de él.

Otro aspecto que me gustaría mencionar son las escenas de sexo. En estas entregas hay algunas más, y desde luego, la autora tiene una imaginación a la hora de mostrarlas.

El final es un cliffhanger en toda regla. Espero que las últimas entregas no tarden en llegar. Si os gusta el New Adult, Mariposas en tu estómago, es una buena apuesta.



jueves, 26 de enero de 2017

Gritos en la llovizna


El mediano de tres hermanos, Sun Guanglin, se siente ignorado por sus padres. A la edad de seis años lo envían a vivir con otra familia, y regresa tiempo después, el mismo día en que la casa familiar queda destrozada en un incendio, hecho que intensifica aún más su exclusión. Pero la posición de Sun como marginado en su familia y su pueblo lo emplaza en una situación única para observar la naturaleza cambiante de la sociedad china, mientras las dinámicas sociales y familiares se transforman bajo el mandato comunista. Una desgarradora historia de supervivencia narrada en primera persona que detalla la tumultuosa experiencia de una familia en la China rural.

Levanten la mano: ¿Quién no quiere ser un héroe? ¿Quién no busca sentirse reconocido, admirado, aplaudido, aunque sólo sea de vez en cuando? ¿Quién no necesita que el amor que da le venga de vuelta? Éstas son sólo algunas de las cuestiones que propone el reconocido escritor chino Yu Hua, uno de los máximos referentes de la literatura oriental moderna, en Gritos en la llovizna, que llega avalada por Seix Barral y que relata la conmovedora-entrañable-contundente historia de un niño al margen de su familia, un paria en el propio núcleo afectivo, un hijo que lucha por conseguir un poco del amor que sus padres le profesan a sus hermanos. Ellos son valientes; él es cobarde. Ellos son impulsivos; él es reflexivo. Ellos son héroes, él es una vergüenza. Ellos mueren; él vive. Ellos son venerados; él, ignorado. Y así, desde los ojos de este protagonista, conocemos la China rural de hace cincuenta años, sus código del honor y el peso de la superstición, las consecuencias cotidianas del comunismo y los laberintos de las relaciones humanas.  
            Escuchamos, a veces, hablar de la literatura china, y nunca sé muy bien a qué se refiere. De hecho, no sabría describirla, pero Gritos en la llovizna parece un buen exponente: ¿en qué se nota? En todo y en nada. En un estilo conciso y peculiar, en un uso muy original de la palabra –al servicio de otra realidad–, en una descripción que bebe del realismo mágico. Hay, por ejemplo, un abuelo que se quiere morir y no se muere, y una mujer enamorada del sol. Esta novela nos muestra un paisaje diferente, de colores vívidos, de pasiones fuertes; un entorno gobernado por el honor y la mala suerte. Porque a pesar de esa barniz onírico, en esta historia están los maltratos físicos, la indiferencia afectiva, la soledad profunda y el desapego. Y desde esta historia de una familia, conocemos la China que está bajo el mandado de Mao (finales de los sesenta y los setenta) y que empieza a prepararse para la revolución cultural
            La decisión de tener un niño como narrador es delicada porque el autor debe encontrar el tono perfecto: ni demasiado infantil ni demasiado adulto. Y ahí Yu Hua lo borda. Es quizás el gran acierto, el gran logro de esta novela –censurada durante muchos años en China-: la genialidad de darle al protagonista, a Sun Guanglin, una voz conmovedora y lúcida, el acierto de ser capaz de mirar el entorno desde la sorpresa y la inocencia, la capacidad de contar lo triste desde lo mágico. No encontramos un esqueleto claro en la trama, son anécdotas que se suceden, sin ni siquiera orden temporal, pero que al final tienen sentido porque nos hablan del paso de la niñez a la época adulta, de la pérdida de la inocencia y de la reincorporación al mundo. Y está el gran tema de la literatura universal (no sólo oriental): la búsqueda del amor, la huida de la muerte. La memoria larga, la memoria injusta.
            Gritos es la llovizna va calando, poco a poco, pero cuando uno cierra el libro está empapado, hasta los huesos, hasta las entrañas. Yu Hua consigue acercarse a la miseria a través de la poesía, consigue dibujar lo lúgubre desde lo mágico, desde esa grieta luminosa que se abre en la realidad. Podríamos leer esta historia como un relato de iniciación, como una historia sobre el conocimiento de la maldad, del sexo, de la indiferencia, como una sumisión a la mala suerte. Seix Barral acierta de pleno al recuperar esta novela para retratarnos una época concreta china a través de los limpios ojos de un niño porque, ¿quién no ha querido ser un héroe para que lo quieran? Los gritos de ayuda del protagonista se escuchan todavía, a pesar del tiempo y la distancia 

martes, 24 de enero de 2017

La soga


Diez años atrás, Suzanne Lombard, una adolescente de catorce años hija de Benjamin Lombard -que por aquel entonces era senador y en la actualidad es el poderoso vicepresidente y candidato a la presidencia de EE.UU.- desapareció dando lugar al caso más famoso de este género que se había conocido en toda la historia del país. Para un hacker legendario como Gibson Vaughn, este hecho reviste un carácter personal, puesto que Suzanne fue para él como una hermana. En el décimo aniversario de su desaparición, el antiguo jefe de seguridad de Benjamin Lombard solicita ayuda a Gibson en una investigación secreta del caso. Atormentado por trágicos recuerdos, Vaughn se lanza a aprovechar esta oportunidad. Valiéndose de su experiencia militar y técnica, no tarda en desvelar múltiples conspiraciones que rodean a la familia Lombard y se topa con políticos despiadados, capaces de hacer lo que sea con tal de silenciarlo a él y a su equipo

A cualquier lector aficionado a los thrillers policíacos le resultaría rara una historia actual sin la omnipresencia de las redes sociales. El universo cibernético da mucho juego y, además, abre una gama casi infinita de amenazas, peligros y delitos. A mí en concreto –que tampoco soy muy espabilado en estos temas– me dejan boquiabierto, largo rato sorprendido. La soga, la novela que publica Alianza de Novelas después de haberse convertido en un auténtico bombazo en Amazon, exprime al máximo las posibilidades de la todopoderosa tecnología y nos habla, fíjense qué apropiado, de la carrera presidencial de un hombre turbio, de secretos comprometedores y de intereses ocultos. No en vano, el protagonista en un hacker atormentado que usará sus conocimientos para encontrar a una joven que desapareció diez años atrás y a la que él estaba muy unido. Sí, aquí tenemos una intriga al más alto nivel: lujo, poder y política.
            Si una fórmula funciona, ¿para qué cambiarla? Eso deben preguntarse los autores de esos thrillers al estilo de El código Da Vinci –todo estamos de acuerdo en que esta novela de Dan Brown marcó un hito–, que parecen coincidir en ciertas decisiones narrativas: un protagonista atormentado más listo que la media con un pasado conflictivo o un presente desangelado, una trama de intereses en la que ninguno de los personajes es absolutamente transparente, una conspiración a gran escala y una huida vertiginosa que suele dejar varios muertos. Si a todo este escenario le sumamos las redes sociales, el resultado es explosivo porque al mundo real se le añade el virtual, con lo que se duplican las posibilidades argumentativas. Y aquí es donde a mí se me descuelga la mandíbula: virus que se crean para robar información, aplicaciones para encontrar a los sospechosos y chats de diversa índole. El autor sabe de lo que habla y tiene el don de saber contarlo, saber explicarlo para los que no tenemos idea de estos temas.
            No hay un buen thriller sin una correcta y casi milimétrica dosificación de la intriga. Y FitzSimmos lo hace con una precisión matemática: su presentación de los personajes y la revelación de datos se produce de una forma continua y sorpresiva, siempre lógica. Todo cuadra, todo encaja. El ritmo de la historia avanza como un reloj, mezcla con tino las descripciones y los diálogos, y se sirve de un estilo correcto, pulido, efectivo. Como en muchos otros títulos, la estructura, dividida en escenas no demasiado largas, recuerda al montaje cinematográfico. A pesar de las casi 500 páginas, se lee de un tirón, o de varios tirones, pero la trama no se estanca ni pierde interés en ningún momento. Podría hablaros de las sorpresas y del argumento, pero cualquier dato supondría un spoiler imperdonable. Sí os digo que es impredecible y que el final requiere de un kleenex para limpiarse la lagrimilla.
            La soga aprieta y asusta, también desconcierta. El escenario que propone FitzSimmons es tan enrevesado que a uno le entran ganas de echarle una manta por la cabeza y esconderse, pero él sale airoso. Esta novela, bien cimentada, bien contada, vuelve a reunir las características básicas de un thriller político-cibernético para ofrecernos entretenimiento en estado puro. No hay nada nuevo, pero no importa porque los ingredientes están bien mezclados y el resultado cumple, de sobra, con todas las expectativas. 

Míster Señor Brown


Cuando Norton comienza a dar clase en un instituto de Los Ángeles no puede imaginar que meses después míster Señor Brown, el amable y culto profesor de Ciencias Ambientales y de Español, le pegará dos tiros. Auburn, el director del Americas High School, Christa, la profesora de Física, y Karen, la de Historia, se verán también involucrados en una fiebre asesina que nadie comprende, pero cuyas raíces llevaban tiempo horadando los viejos ladrillos del instituto. Metáfora indisimulada y al mismo tiempo un fresco casi pictórico de los Estados Unidos de principios del siglo XXI, Míster Señor Brown es una novela que cuestiona los prejuicios y sobrentendidos del lector, retándole a cada paso.
Míster Señor Brown es moderna, retadora y se sustenta en la idea de literatura como sorpresa, como fogonazo para el lector, por eso no se cansa de zarandearnos. Lo que a simple vista parece un thiller se convierte, con el paso de las páginas, en algo más, en una reflexión intimista sobre la violencia y sus impulsos, sobre el racismo la venganza y la soledad. Y lo consigue porque esta novela, publicada por Plataforma Editorial, hace un exhaustivo retrato de los cimientos de la sociedad americana que, en el fondo, es el espejo de cualquier comunidad (in)civilizada. Lo que salta a primera vista es que su autor, Francisco J. Tapiador, es un lector experimentado, y no sólo por sus numerosos guiños a títulos reconocidos, como Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, y de otros libros que no puedo nombrar, sino a la musicalidad de las palabras y al poder del silencio.
            Míster Señor Brown arranca con la llegada del narrador a una universidad americana, símbolo de los valores del país, y ya en el primer párrafo nos cuenta que le van a dar dos tiros y quién va a ser, algo así como empezar por el final. Gracias a esta fórmula (muy efectiva), la novela se convierte en una carrera por entender qué lleva a ese desenlace, qué motiva esa violencia: y todo se va cociendo a fuego lento, las envidias, las rencillas, las ganas de venganza. Y es en esto en lo que el narrador parece hacer hincapié: hay una sociedad que alienta a que la gente se tome la justicia por su mano, a las personas que, ante una situación incómoda, deciden solventarla por los medios que considere más oportunos. Y en ese micro-universo que nos presenta Tapiador cabe de todo: la mentira, la competencia, la necesidad de admiración.
            Decía al inicio que es una novela moderna y no sólo por su ambientación sino también por un estilo corto, sencillo, directo, sin demasiadas digresiones; y organizado en capítulos cortos, en escenas que recuerdan al montaje cinematográfico. El narrador sabe del valor de los silencios y va dejando que la historia avance llena de huecos. ¿Para qué? Para sorprendernos, para dejarnos con la boca abierta, para ir reescribiendo la novela a raíz de que descubramos diferentes datos. Presten especial atención a la elección de los protagonistas: son profesores universitarios y en ellos están muchas de las flaquezas del ser humano.
           Míster Señor Brown es un thriller con aspiraciones de ser algo más que un thriller. Ahí dentro, en la novela, están las pulsaciones humanas, un contundente discurso sobre la violencia y un retrato de la sociedad americana que podría ser cualquier sociedad. Tapiador tiene, además, el acierto de colocar todo este entramado de envidias y venganzas en una universidad, la que se supone que debe ser la cuna de la educación. 

lunes, 23 de enero de 2017

Se llama usted Michelle Martin


«¿Cómo es posible?». Esta es la pregunta que se repite una y otra vez la autora del que iba a ser un libro-entrevista, resultado de un año de conversaciones en la cárcel con Michelle Martin, la ex esposa de Marc Dutroux. Bélgica, 1996: salen a la luz y dejan horrorizada y conmocionada a la opinión pública de todo el mundo los hechos tremendos del llamado «Asunto Dutroux», una macabra historia de pederastia, secuestros, violaciones y asesinatos. Diez años después, Michelle Martin, condenada a treinta años como cómplice de su entonces marido, sale de su silencio y encarga a Nicole Malinconi que escriba un libro sobre su situación en la cárcel. La escritora acepta, pero, al hilo de las entrevistas, la asaltan estas preguntas: ¿cómo es posible que una persona permita que se cometan semejantes horrores, arrastrada por la sumisión a alguien, y participe en ellos hasta convertirse en criminal ella misma? ¿Qué ocurrió en la vida de Michelle Martin para convertirla en ese «monstruo»?

Los monstruos sí hablan, si no que se lo pregunten a Nicole Malinconi, la periodista que accedió a reunirse con una madre de familia, acusada (y condenada) de ser cómplice de asesinato, violación y tortura a varias menores de edad. ¿Con qué propósito? Con el de escuchar su versión e intentar entender sus motivaciones (criminales). Por darles sólo un dato terrible, esta mujer dejó morir de hambre en el sótano de su casa a dos niñas de ocho años que su marido había secuestrado. Usted se llama Michelle Martin es el resultado periodístico-literario de esos encuentros entre la periodista y la condenada que ahora publica la Editorial Funambulista y que se convierte en un ensayo sobre la maldad, sobre el perdón y sobre la crueldad. Aquí a España, las noticias del caso, que cumple casi veinte años, llegaron de refilón, pero en Bélgica, esta condenada y su marido aterrorizaron a todo un país, que se echó a la calle en la manifestación de repulsa más multitudinaria desde la Segunda Guerra Mundial.
            Sí, los monstruos sí hablan. Michelle Martin, que hace llamar a esa periodista para proponerle escribir un libro a medias que recoja su historia en la cárcel, toma la palabra para reivindicar su versión, para defender su ‘inocencia’. Dice que ella estaba anulada por su marido -ejecutor de los crímenes-, que no tenía juicio crítico, que no se atrevía a denunciarlo, que sí conocía que él secuestraba, violaba y torturaba a menores, pero que no tenía fuerzas para llevare la contraria. “¿Por qué?”, le pregunta la autora. “No lo entiendo, nadie lo entiende”. Y ella insiste en que eso ya pasó, en que no es la misma persona de entonces, en que eso no debería marcar su vida. La pregunta recae también en el lector a raíz de un dato: Michelle Martin, acusada a treinta años de cárcel, decide pedir la libertad condicional a los diez años de su encierro. La consigue en 2012 y nadie, absolutamente nadie, quiere hacerse cargo de ella: nadie le da cobijo, ni trabajo. Es un juez el que decide acogerla porque cree que esta sociedad debe reintegrar a los que se han arrepentido.
            Esta lectura, anclada por supuesto en el terreno periodístico, más concretamente en el género periodístico, tiene fuerza, se nos presenta desnuda, como un diálogo de tú a tú: narrada en segunda persona, la autora no sólo reproduce las palabras de la entrevistada sino que contextualiza, aporta datos, comparte su desconcierto: “¿Cómo una mujer que es madre puede dejar morir de hambre a dos niñas? ¿Cómo una mujer que dice que le encanta acunar a los animales no tiene compasión por varias menores indefensas?” El libro, que estuvo a punto de no ser publicado porque a la condenada no le gustó, termina lleno de preguntas que ya corresponde al lector contestar. Y ojo, no cae en el morbo ni en el maniqueísmo: todo está planteado desde la dualidad, desde la postura de un ser humano que quiere entender qué lleva a otro a ser tan cruel. Y quizás ése es su punto de partida: el de intentar desarrollar una pizca de empatía para entender qué la llevó a hacer eso.
            Se llama usted Michelle Martin (Editorial Funambulista) es un ejercicio periodístico-literario de primer nivel que nos enfrenta con la parte más oscura del ser humano. Su lectura tiene el poder suficiente para conmovernos, para removernos, para hacernos apretar los puños y la mandíbula. Nos pone los vellos de punta, nos hace menear la cabeza. Porque es real, porque esa mujer existe, porque ella no termina de sentirse responsable: “estaba anulada”, insiste. Y una vez más, la palabra tiene la capacidad de hacernos entender la realidad, de mostrarnos también la parte más tenebrosa del ser humano.  

miércoles, 18 de enero de 2017

El club de los caníbales...


Los miembros del Club de los Caníbales devoran libros: les hincan el diente, los saborean y mastican hasta la última página. Pero las cosas cambian cuando eligen su próxima lectura, "Drácula", y un tipo con aire a vampiro y que duerme en un ataúd se presenta en casa. ¿Quién morderá a quien?
La literatura, igual que la comida, entra por los ojos y a El club de los Caníbales muerde a Drácula dan ganas de darle un buen bocado porque es, justo una marca de una mordedura, lo que tiene en una de las esquinas. Este detalle predispone al lector a leerlo, lo coloca en una posición de buen humor para enfrentarse a una nueva historia de esta pandilla obsesionada con los libros o más bien, que usa los libros para resolver misterios. Atención al mensaje: la literatura como medio para resolver conflictos, para entender lo que no se entiende, para ensanchar el mundo. La historia, como ya imaginamos, parte de un humor absurdo, de una especie de realismo mágico en el que cabe casi todo: desde que haya un mono obsesionado con leer que los padres de Leo confunden con un estudiante Erasmus hasta unos niños que crean una pistola lanza-ajos contra vampiros. En el mundo de los niños, y eso es un plus, no hay límites: la realidad no es un impedimento para la imaginación.
Tenemos en este club de los Caníbales una revisión del prototipo de las pandillas más emblemáticas de la literatura infantil: el responsable, el listillo, el torpe, el resolutivo (él o la). Se me ocurren muchos antecesores, por ejemplo, Los cinco, de Enid Blython. Y el autor, Gabriel García de Oro, lo hace con gracia, con cierta soltura que parece salida de conocer bien el mundo de los niños: sabe hacer sus bromas (Drácula y Dráculo), sabe llevar situaciones absurdas al límite y entiende que una novela dirigida a los más pequeños tiene que ofrecer toneladas de acción, de giros de guion. En esta ocasión, como ya anuncia el título, Drácula será la estrella invitada que sale del libro y formará parte de la aventura. ¿Qué niño –digo, qué lector- no ha fantaseado alguna vez con que sus personajes literarios favoritos se hagan realidad? Pues ésta es la baza con la que cuenta el autor.
Esta novela, que publica Anaya y que, insisto, tiene una presentación "muy cuqui", como dicen ahora los jóvenes, no se queda en el humor superfluo o en la tontería banal sino que hay ciertos valores que están a la vista de todos. ¿Cuáles? El primero y más evidente es el del valor de la literatura –fijaos que es un grupo unido por los libros, que se divierten gracias a la literatura-; y después aparecen otros como los miedos nocturnos o la necesidad de donar sangre. Y no se queda ahí, aparecen cosas tan curiosas como contenidos sobrenaturales o una referencia al internet subterráneo, sí, esa red que está debajo de la que todos usamos. Sí, parece que no hay temas de adultos que no puedan ser presentados para un enfoque infantil. Y después, hay mucho compañerismo, compromiso con el bienestar de los demás, lealtad, confianza y respecto.
            Y todo esto para niños. El club de los Caníbales muerde a Drácula es una nueva entrega de esta pandilla disparatada que tiene una pasión innegable por los libros y por relacionarse con personajes literarios. Esta vez le toca el turno al vampiro más famoso del mundo, y el resultado es divertido y vertiginoso, una aventura concebida para el disfrute y el aprendizaje. Los dibujos de Purificación Hernández le dan un toque estupendo. Y ya sabéis, está recomendado para adultos con más de diez años. Y recordad: los libros nos facilitan la vida, nos dan aventura y nos ayudan a resolver problemas. Si lo dicen los caníbales...

Tabú


Nacido en una familia aristocrática venida a menos, Sebastian von Eschburg es un niño solitario e introvertido, con una madre que sólo se interesa por las carreras de caballos y un padre alcoholizado y aficionado a la caza, a quien, no obstante, lo une un fuerte vínculo. Con el tiempo, la extraordinaria percepción del color que posee Sebastian transformará al niño sensible y vulnerable en un famoso fotógrafo, un artista internacionalmente reconocido que plasma en sus obras una tormentosa relación entre ficción y realidad, verdad e ilusión. Sin embargo, en un giro inesperado, su vida cambia por completo cuando una llamada telefónica a la policía lo convierte de la noche a la mañana en el presunto asesino de una joven desaparecida.

No es un thriller ni una novela negra. No se parece a un ensayo ni a una novela psicológica. No es tampoco una historia de ésas intimistas. No es nada de eso y, sin embargo, todo está ahí, en Tabú, la desconcertante última obra de Ferdinand Von Schirach que publica la editorial Salamandra y que se presenta como un auténtico trampantojo: algo que aparenta lo que no es (trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es, según la Real Academia de la Lengua). Y el lector, ante esta mezcla difusa de realidad y ficción, sólo puede abandonarse en los brazos del narrador: una entrega absoluta, ciega y también inquieta. ¿Adónde nos llevará? A través de una prosa desnuda y con cierta tendencia poética, esta historia nos propone un asunto complejísimo: el de la belleza y el arte, el de la verdad que subyace en las cosas porque, lean, “el arte debe provocar y arrasar, es ése el único camino hasta la verdad”. Y ése es el único propósito del autor y hará cualquier cosa para engatusar el lector.
            Precedido por una curiosa cita –que de la luz de los colores verde, rojo y azul siempre saldrá el blanco-, el Von Schirach nos relata la historia de un hombre con una insólita capacidad de apreciar los colores, obsesionado con la fotografía y con su soledad, un artista con los ojos redondos de tanto observar/analiza/memorizar lo que le rodea, una persona medianamente infeliz, un auténtico buscador de las cosas bellas y con poco tacto para las relaciones personales que, un buen día, tiene que enfrentarse a una acusación de asesinato. El problema es que no existe cadáver ni identificación de la víctima. Y llega aquí, aparece como de la nada –una bomba que explota entre las manos- la parte negra, policíaca intentando resolver un crimen que quizás no se haya cometido. ¿Ven lo que le digo? Un trampantojo, una de esas salas con espejos que te muestran ahora gordo, ahora alto, ahora deformado. Y con uno de los desenlaces más inesperados que recuerdo, la historia acaba convertida en un gran discurso sobre el arte, la belleza y la verdad. La verdad no es la belleza, nos recuerda. Y al mezclar la luz de todos los colores, sale el blanco.
            No se asusten. No es una lectura complicada ni extravagante, es sólo una mirada peculiar, un gusto innato por los detalles, por hacernos reflexionar sobre lo real y lo ficticio, sobre lo que de verdad existe. El libro se lee en una tarde, aunque su resaca dura días e incluso semanas por ese entramado de argumentos que conformar una originalísima visión del mundo. La novela, además, está trufada de ciertas escenas muy impactantes relacionadas con el arte, como la revisión de La maja desnuda de Goya. El autor sabe de lo que habla y ha encontrado una forma bella y verosímil de contarlo gracias a un narrador distante con lo que cuenta, desapegado de su historia y de sus personajes.
            Tabú es un mar de contradicciones que funciona como un lienzo alucinante. Todo, dentro de la novela, tiene su lugar y todo cumple su función sin molestar. Una prosa estimulante, una historia inesperada y, sobre todo, un discurso inteligente. Ferdinand Von Schirach nos propone una novela que es un juego de espejos, un delicioso trampantojo. Eso sí, no faltan el misterio, el sexo y la sorpresa. Y todo un acierto mezclar lo bello y lo justo, lo verdadero y lo que los hombres creen verdadero, la realidad y la ficción. Y parece que esta novela, como una matriuska, tiene otras novelas dentro, como el color blanco, que tiene otros colores dentro. Y yo mientras tanto, sigo pensando en las cuestiones que plantea la novela: ¿Qué es la culpa? ¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve? ¿Todas las personas tienen dignidad? Bueno, y aquí sigo… 

domingo, 15 de enero de 2017

Azul marino


Barcelona, 1959. Mientras la Sexta Flota norteamericana permanece fondeada en el puerto, un marinero estadounidense es asesinado en un antro del Barrio Chino en lo que a primera vista no parece más que una simple reyerta arrabalera. Pero una vez más, la indudable perspicacia de la periodista Ana Martí serán fundamentales a la hora de esclarecer el suceso. Ya sea ejerciendo como intérprete del inspector Isidro Castro —viejo conocido con el que ya colaboró anteriormente— en su forzoso entendimiento con la Policía Militar de la Marina americana o bien desarrollando sus propias investigaciones para El Caso y Mujer Actual, nuestra intrépida protagonista irá desenmarañando una historia plagada de medias verdades e intereses diversos: los de quienes buscan un culpable español y los de aquellos que preferirían que el asesino fuera un extranjero. Además, una serie de tramas interconectadas, que van desde la prostitución y el contrabando de los bajos fondos hasta la degradación moral de las altas esferas de la burguesía, vendrán a complicar las cosas en este extraordinario fresco de una ciudad y un tiempo recreados con tal maestría que permanecerán para siempre en el imaginario de todos los lectores.

Las despedidas son menos tristes si se hacen por todo lo alto y dejan un buen sabor de boca porque, aunque da pena decir adiós, uno sabe que ha merecido la pena. Algo así pasa con Azul Marino, la última entrega de la apasionante trilogía policíaca de las autoras Rosa Ribas y Sabine Hofmann, en la que nos han llevado a la España de la Dictadura –concretamente hasta finales de los 50– para presentarnos a Ana Martí, una joven periodista que intenta buscarse la vida como puede (o como le dejan) y que resuelve, con la única ayuda de su curiosidad y su valentía, varios crímenes que no son lo que parecen. Y gracias a ella, una mujer sin demasiada experiencia en un enrevesado mundo masculino, conocemos un país lleno de dobleces y de bajos fondos, poblado por seres oscuros y en el que la verdad no es siempre la mejor opción. Sí, hablo de la España de nuestros abuelos. Con Azul Marino se cierra una de las series más contundentes y más interesantes del panorama literario negro de los últimos años. Don de lenguas y El gran frío preceden esta entrega, también en la editorial Siruela.
            En esta ocasión, Ana Martí, la periodista que sigue escribiendo para Mujer actual y El caso, se ve envuelta en un doble crimen: por un lado, la muerte en una reyerta de un marine y por otro, el de una costurera que se suicida y que nos llevará hasta el inhóspito mundo de los internados de la posguerra. Estamos en la Barcelona del año 1959, cuando la Sexta flota americana desemboca en el puerto y revoluciona el Barrio Chino. Y las autoras vuelven a demostrar una maestría indiscutible a la hora de desplegar ante nosotros el retrato de esa España gris y tramposa, cimentada en la moral y en la apariencia, donde cualquier error se paga (de por vida). Como ya dejaron claro en las anteriores novelas, saben cómo dosificar la intriga, saben cómo compensar los datos de la investigación con los íntimos, saben cuidar –qué gustazo- el estilo. Y así, nos topamos, por ejemplo, con los chanchullos de la prostitución en la Dictadura, con las asociaciones caritativas que intentaban reeducar a las mujeres que habían tenido hijos sin estar casadas o con el desolador panorama de los internados y niños huérfanos. Y todo nos lleva a lo mismo: las reglas de comportamiento no son iguales para los que tienen dinero que para los pobres. Los elegidos gozaban de algo parecido a la amnistía.
            Azul marino, que incluso podría leerse como novela independiente, utiliza la España de la Dictadura como un personaje más, un villano que entorpece la investigación, que se convierte en cómplice de los opresores, que guarda también sus oscuros secretos. Y ése es, sin duda, uno de los aciertos de Ribas y Hauffman: el control absoluto del escenario, de los personajes que lo habitan y de las reglan que lo determinan. Ana Martí, la protagonista, ha evolucionado desde la aparición del primer libro: ya no es esa jovencita tímida y temerosa sino que ha desarrollado una serie de recursos propios, es una mujer decidida y valiente, dispuesta a cambiar ciertas cosas. Y se agradece. Ah, por cierto, no se pierdan las últimas páginas porque es especialmente conmovedor el epílogo, a modo epistolar.
            Azul marino cierra esta trilogía patria. Y sí, da cierta tristeza despedirse de este universo porque no sólo cumple el objetivo de entretenernos sino que, además, nos acerca a la España de los cincuenta: uno aprende del periodismo de la época –sólo estaba permitidas dos noticias de crímenes a la semana-, del (pequeño) papel de la mujer en la sociedad (y en la vida) y de ese ojo omnipresente que fue la Dictadura. Aquí están el silencio y la represión, la religión y la oscuridad, los desvelos profundos, la muerte. Una vez más, gracias a las autoras por su pasión, por tomarse en serio sus historias, por recordarnos con tanto cariño nuestro pasado como sociedad. Esta trilogía, señores, no es más que un homenaje a la palabra: a la de la mujer, en una época muda y difícil. Y ya sólo por eso tiene mi admiración.

PS: He escuchado a Rosa Ribas adelantar algo sobre sus próximos proyectos: algo sobre los hombres y mujeres que, en los 50, emigraron al Norte de Europa. Y desde aquí, me froto las manos: ya estoy impaciente. 

sábado, 14 de enero de 2017

New York, New York...


La megalópolis de nuestros días, la ciudad de las ciudades, la ciudad que nunca duerme,Nueva York, es el hogar del nuevo libro de Javier Reverte. Después de una estancia en la urbe de varios meses ininterrumpidos, en los que el autor dedicó todo su tiempo tan solo a escribir y pasear las calles neoyorquinas, este texto va contándonos el día a día de una metrópoli fascinante y cargada de energía, que al habitarla nos ofrece casi siempre una visión llena de vitalidad. En su inimitable estilo, Reverte nos cuenta la historia de la ciudad, nos describe sus barrios -Harlem,el Village,el Midtown,Hell’s Kitchen,Chinatown,Broadway...-, se asoma a sus rincones menos conocidos, pinta sus dos ríos, habla de los escritores que han trabajado sobre ella, camina Manhattan de arriba abajo y de lado a lado, y nos retrata otros barrios cercanos, como Brooklyn y la isla de Roosevelt. Es un libro escrito con amenidad, humor, ternura y al que invade un aroma de extravagancia y un sonido sutil de trompeta de jazz.


Entre mis propósitos de 2017 –ahora que todavía estamos queriendo ser mejores y más felices– siempre aparece Nueva York. Sí, la ciudad: visitarla, vivirla, mirarla, envidiarla, perderme, dejarme fascinar. Cualquiera que la haya conocido, me entiende. O debería. Por eso no encuentro mejor forma de empezar el año literario que con un homenaje a mi querida New York, a través de las confesiones, a medio camino entre la guía turística y el diario íntimo, de uno de los grandes periodistas de viajes de nuestro país, Javier Reverte, que no se cansa de pregonar su amor por la Gran Manzana. Yo os confieso mi debilidad, cualquiera que ame la ciudad de los rascacielos ya me cae automática bien. New York, New York viene respaldada por la editorial Plaza & Janés.
            La historia, según él la cuenta, es la siguiente: el autor, enamorado como un adolescente de Nueva York, gana un generoso premio literario y no se le ocurre forma mejor de gastarlo que cruzando el charco durante tres meses. Es el sueño de muchos, algo así como el culmen de la felicidad. Por eso, este libro parte de un escenario maravilloso: el del turista que llega por enésima vez a la ciudad con ganas de sentirse un habitante, con el propósito de descubrir los rincones y sobre todo a las personas y, sobre todo, con la certeza de que está viviendo un momento único. Y feliz. Y eso se nota, se transmite en el tono y en la fascinación, en la forma de describir la ciudad. Como decía antes, está contando a modo de diario, de forma cronológica, desde que aterriza hasta que se le acaba el chollo, durante noventa días y noventa noches, que por algo es la ciudad que nunca duerme. Y aprovecha sus vivencias para hablarnos de Nueva York. Y sí, la ciudad, más allá de Sexo en Nueva York, de los escenarios de las películas de Woody Allen o del pijerío de Gossip Girl es mucho más, y con una parte no tan brillante. No tan glamourosa, pero también real.
            Javier Reverte es honesto con el lector, y le habla de la soledad de Nueva York –no os imagináis cuánto y en qué proporciones-, hace un repaso a su corta historia, explica por qué son tan católicos los americanos y los negros (y los negros americanos) o, por ejemplo, cómo se explica que haya un millonario por cada 24 personas. Y así, el propio autor se va fundiendo con el paisaje y nos lleva a la Fraunces Tavern, la taberna más antigua de la ciudad, nos acompaña a la Hispanic Society y al MET o nos invita a una noche de jazz en el mítico Blue Note. Nos habla de los perritos calientes, de los parques y de la amabilidad de los neoyorquinos; ay, sí, qué amables, qué cercanos. Y en sus páginas se respira Nueva York, ahí está condensada su esencia y su carisma. El carisma de Nueva York, esa atracción innegable que sentimos muchos. New York, New York es, además, un libro que puede resultar curioso para los expertos en la ciudad y revelador para los novatos. No descubre –al menos a mí- muchos lugares nuevos, pero viajar al lado de una eminencia como el señor Reverte es siempre un gustazo.
            Ahora que estamos todos diseñando mentalmente el año, apúntense Nueva York: la ciudad y también el libro, que es una buena forma de ir abriendo boca. Javier Reverte habla de él mismo, de lo que siente y de lo que le rodea, porque nunca está de más visitar un lugar de la mano de un viajero profesional. Y él sabe y se le nota y ama lo que ve. Él, como muchos otros, se siente cómodo en Nueva York, aunque a veces, en algunos capítulos, tenemos que recomendarle mentalmente que deje de tontear con la camarera o que se le deje de caer la baba con alguna neoyorquina. New York, New York compensa, porque a Manhattan hay que ir, aunque uno no quiera. ¿Todavía necesitáis que os convenza? Leed: “Y Nueva York, igual que el jazz, es sobre todo libertad. Quizás sea esa una de las razones por las que esta urbe nos hace sentirnos felices”.