jueves, 24 de agosto de 2017

Aquellos fabulosos veraneos


Unos no los vivieron y otros los han olvidado. Pero hubo un tiempo en el que, para los chicos, el año tenía dos estaciones: cole y veraneo. Fabulosos veraneos en los que cambiábamos de casa, de amigos y de hábitos de vida. Veraneos de los años 60 y 70 con su iconografía, que iba del Seiscientos al Balón de Nivea, y su fauna humana: los rodríguez, los forzudos de playa, las «suecas» o el macho ibérico. Un universo veraniego que se esfumó entre finales de los 70 y comienzos de los 80. Abramos el grifo de los recuerdos para los que no los vivieron y para los que habían olvidado. Demos un paseo por aquellos veranos de playas abarrotadas y Madrid desierto. De estancias en el pueblo y acampadas junto al pantano. De cines de verano, pelotas hinchables y castillos de arena. De seis más el perro en el Seiscientos y bailongos en los chiringuitos. Abran este libro y comencemos.

Algunos dicen que la nostalgia es la enfermedad de los pesimistas, de esos que lo único que hacen es suspirar mientras se quejan de lo bonito que era todo antes y de lo terrible que es ahora, como si cualquier tiempo pasado fuera mejor. A mí, sin embargo, la nostalgia me parece necesaria: un justo ejercicio de memoria, de saber de dónde venimos, de valorar que una vez las cosas fueron diferentes. No se puede construir un presente sin echar la vista atrás. Y es aquí, precisamente, donde se coloca el gran narrador León Arsenal con Aquellos fabulosos veraneos, una curiosísima apuesta de la editorial Edaf en la que, como su título indica, viajamos a la década de los sesenta y setenta para ver cómo iban a la playa nuestros abuelos (o nuestros padres), cómo eran las vacaciones, los viajes y los divertimentos, cómo era esa España que se rendía al sol, a la sangría y al turismo. ¡Desempolven los recuerdos porque empieza el viaje (en un seiscientos, claro)!
            No seríamos lo que somos ahora sin el turismo, como país y como sociedad. La llegada de turistas extranjeros cambió el paisaje costero y emocional de una España que ya quería deshacerse del Franquismo, que quería abrirse a nuevas experiencias. Supuso un boom económico. Supuso una modernización sin vuelta atrás. En esas páginas –con una edición exquisita, a todo color, cuajadas de documentos gráficos- está todo lo que fuimos: los largos viajes en coches pequeños, las postales de esos colores chillones y la moda de los bañadores; la construcción de esos rascacielos a la orilla del mar, las pandillas de verano que duraban dos meses y los balones de Nivea; los cines de verano con sus butacas duras y los bocadillos, las cámaras de foto antiguas y las neveras llenas. Y cómo no, los amores estivales. Y por estas playas de antaño se pasearán los chulitos y los mirones mientras muchos maridos se quedaban en la ciudad, lo que se conocía como estar de Rodríguez. Volvamos a esa España que tan bien quedaba reflejada en las películas de Alfredo Landa. Y todo esto está contado desde el propio recuerdo del autor, con sensatez y también con gracia, con una mirada muy peculiar, pero muy lúcida.  
            León Arsenal ha sabido escribir un libro a medio camino entre la crónica, el diario personal y el documental histórico. El resultado es una radiografía acertadísima no sólo de su infancia sino de la España de la época y además, tratado siempre desde la cercanía, desde la naturalidad, como alguien que te cuenta sus recuerdos en un chiringuito, mirando al mar, con los labios llenos de sal. Y aquí está uno de los grandes aciertos de Aquellos fabulosos veraneos: la capacidad de convertir esta lectura en un ejercicio íntimo, en una conversación amistosa entre el autor y el lector. El estilo es sencillo, agradable, pegado a lo oral; y los asuntos que aborda tienen un fuerte componente emocional. Se nota que lo ha vivido y, sobre todo, que le gusta recordarlo. Y en esas palabras está el León Arsenal niño o joven, que se asombra ante lo que ve, que está descubriendo el mundo y recopilando sus primeras experiencias. Este libro es universal: conectará de inmediato con cualquier persona de más de treinta años porque habla de un paisaje reconocido y reconocible, de un pasado cercano.
            Qué bien sienta la nostalgia cuando viene de mano de gente tan interesante como León Arsenal y Edaf. Porque Aquellos fabulosos veraneos es un viaje en toda regla, un viaje a lo que fuimos y a lo que recordamos, a esa España que se abría al turismo con ganas, a esas primeras veces en la que teníamos vacaciones. Y uno se siente poderoso, como con un as debajo de la manga, cuando descubre que este libro tiene la capacidad de transportarlo a un lugar mágico: el de los veranos felices. Pasen, lean y viajen. Imprescindible. 

1 comentario:

  1. No me suena, creo que es la primera reseña que leo, gracias ^^

    Besos :P

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