viernes, 28 de octubre de 2016

La sacudida


Un volcán se desploma y sepulta a tres mil personas mientras el huracán Mitch devasta Centroamérica. Un periodista vasco acude al lugar de la tragedia para hacer un reportaje y desentierra a un individuo sin identidad que agoniza entre los escombros. Pero el hombre a quien acaba de salvar la vida no es un completo desconocido. Pronto descubrirán que tienen muchas cosas en común: ambos se ocultan tras una identidad falsa y tienen numerosas muertes a sus espaldas. Y aún hay más: uno de ellos es un sicario que tiene la orden de matar a quien ahora se ha convertido en su compañero. Emprenderán un largo viaje por un escenario desolado, destruido por el Mitch, en el que deberán enfrentarse a sí mismos, descubrir quién es el otro y, finalmente, resolver el enigma final: ¿es esta una historia de víctimas y verdugos?
Siempre es un gustazo escuchar/leer a alguien que sabe de lo que habla/escribe. Se nota en la precisión, en la profusión de detalles y en la lucidez con la que aborda los acontecimientos. Fernando Goitia fue un periodista que estuvo cubriendo para algunos de los medios más importantes las consecuencias del feroz Huracán Mitch. Veinte años más tarde ha convertido sus recuerdos y sus vivencias en una novela que lleva por título La sacudida, publicada por Ediciones B, y en la que nos sitúa frente a la muerte y la destrucción, nos llena los ojos de escombros y nos obliga a reflexionar sobre la supervivencia y el valor de la vida. El autor construye un alter ego, un reportero curioso y decidido –¿acaso podría ser de otra forma?– que acude como testigo al lugar de la tragedia, pero un encuentro fortuito lo llevará por otros derroteros.
            Tiene esta novela una impronta que recuerda a una road movie, a uno de esos viajes iniciáticos en los que los protagonistas se salvan, se redimen, encuentran su otro yo. En este caso, La sacudida narra la historia de un reportero que salva a un desconocido sin saber que, este hecho, les transformará la vida a ambos: uno es un reportero con un pasado turbio; el otro, un ex guerrillero reconvertido en sicario. A raíz de este encuentro se inicia un viaje por una región devastada –no sólo exterior sino también interior– en el que se dialoga sobre las responsabilidades y el destino, sobre la culpa, la decepción y la búsqueda, sobre la supervivencia en el más amplio sentido. ¿Cuánto pesa el pasado en nuestras vidas? ¿Cómo influye nuestro entorno en nuestras decisiones? ¿Es posible huir de lo que hemos sido? Narrada en primera persona por los dos personajes principales, la trama se va armando como un puzle, y en ese paisaje global, vemos más muerte, más dolor y más desolación. ¿Es posible una salvación cuando casi todo está perdido?
            El estilo, y de eso es consciente el autor, está pulido, es potente y directo, seguramente herencia de sus labores periodística. Sabe cómo usar el lenguaje para crear tensión, para azuzar la intriga, aunque aquí todo está trabajado desde la lentitud. No hay prisas por contar, no apuesta por acciones vertiginosas en cada capítulo. Quizás la jerga latinoamericana obliga a estar más atento y ralentiza un poco la lectura, pero entiendo perfectamente que es un requerimiento de la historia. No os quiero engañar: La sacudida es una novela sobre la tragedia, pero la tragedia es un telón de fondo. Me explico: el huracán y sus efectos es parte del decorado porque la acción va por otro sitio y se adentra en otro terreno. No estaría por tanto dentro de las novelas de catástrofes, porque lo de fuera es sólo un elemento más para hablar de los fantasmas de dos personajes. Esta historia está concebida –o al menos así lo parece- como algo más profundo, y más intenso.

            La sacudida es eso: una novela sobre las sacudidas interiores, como símbolos de los temblores externos. Una historia creíble, compacta con un mensaje muy claro que al final lo importante es sobrevivir, a lo que sea. Aparecen la culpa, las malas decisiones y, sobre todo, la necesidad de redención. Fernando Goitia nos pone frente a la muerte y nos enseña que no sólo las catástrofes matan. Ahí lo dejo. Los reportajes que el autor escribió para El País sobre el paso del huracán Mitch en Nicaragua y que ahora inspiran esta novela fueron merecedores del premio Iberoamericano de Periodismo Lázaro Carreter.

martes, 18 de octubre de 2016

Los 65 errores más frecuentes del escritor


Los grandes relatos provienen también de la detección de los errores. De eso trata este libro. Habrás comprobado que no basta con tener buenas ideas y que lograr un texto atrapante depende también de varias cuestiones que se contemplan en este libro. La meta: un libro que los lectores se recomienden entre sí. Como dice Cyril Connolly: «Todo lo que no sea escribir para intentar una obra maestra es una pérdida de tiempo». Consulta tu problema y encontrarás el remedio entre estas páginas: «Noto que algo falla y no sé qué es.» «He llegado hasta aquí y no sé cómo continuar.» «No sé cómo redondear la idea brillante que se me ha ocurrido.» «Quiero sopesar posibilidades antes de ponerme a escribir.» «Quiero valorar todas las posibilidades tras el punto final.» Y muchos más.

Me los encuentro casi a diario: gente que dice que quiere escribir, que tiene una buena historia y que le gustaría contarla. Son médicos, arquitectos, camareros o alguno que se ha tomado dos cervezas de más. Después, me cuentan que confían en la inspiración, en las musas, en algo que vendrá de arriba y que les susurrará al oído. Y todo eso está muy bien –tener ganas es siempre un buen punto de partida–, pero en estos casos y por desgracia, la buena intención no es suficiente. Silvia Adela Kohan lo sabe bien y por eso lanza ahora, de la mano de Alba Editorial, una útil y clara guía para los profesionales y los aficionados titulada Los 65 errores más frecuentes del escritor, en el que, como filóloga, profesora de escritura y miembro de jurado de multitud de concursos literarios, recopila no sólo los batacazos más comunes (y más imperdonables) de la profesión, sino que da respuestas, pone ejercicios prácticos y ofrece fragmentos de libros conocidos para decirnos cómo se hace o, atención, cómo no. Esta lectura promete.
            Hay algo maravilloso en esta guía y es el respeto hacia la profesión del escritor, hacia la escritura en sí misma. La autora se lo toma en serio porque 'parir' un buen texto no depende (en exclusiva) de la suerte o de un fugaz momento de inspiración sino que debe estar respaldado por ciertas técnicas de escrituras que hará que nuestras historias brillen más y mejor, comuniquen más y mejor, atrapen más y mejor. Puede ser un caso parecido al de un aparejador que debe hacer cálculos para que los edificios se mantengan en pie. El escritor debe hace otro tipo de cálculos para que la estructura narrativa no se le venga abajo en las primeras cincuenta páginas. Silvia Adela Kohan no se deja nada en el tintero y, con una precisión indiscutible, habla desde los personajes a la trama, aconseja sobre los capítulos, y deja claros ciertos condicionantes para el protagonista, la estructura o el estilo. Y así aprendemos –y aquí recopilo sólo unos pocos ejemplos- cómo de construir personajes con aristas y con ciertas incoherencias, evitar decir lo obvio o dosificar bien la intriga; la autora recomienda quitar, pulir, sacar brillo, nos recuerda lo interesante que es cuando el villano dice algo que es cierto o nos da pistas para saber si una trama es endeble. Además, ¿sabéis que hay frases enfermas y comas comestibles, que tenemos que huir del empacho lingüístico o que los adjetivos nos tienden trampas? Y como éstas, muchas más, muchísimas más. Y todas imprescindibles.
            Es posiblemente la mejor guía con la que me he topado. En primer lugar, porque va dirigida a escritores y a gente con ciertas inquietudes literarias, es decir, se mete en el barro y muestra problemas concretos con soluciones concretas, no se queda en las generalidades ni en consejos superfluos. Además, trata a los lectores como profesiones y, como decían en aquella serie, "para triunfar hay que sudar", y la autora nos pone firmes, nos hace sudar, no tiene compasión. Descubriremos, con seguridad, detalles en los que no habíamos caído, comprenderemos mejor las vigas narrativas de cualquier novela y, encima, nos llevaremos un puñado de recomendaciones de libros que la autora pone como referente.
            Me atrevería a decir que Los 65 errores más frecuentes del escritor es una de las guías definitivas, sí, porque pone el foco en los errores, y nosotros abriremos de par en par los ojos, chasquearemos la lengua y diremos: "jopé, eso lo he hecho yo". Y tómenla en serio porque es la creadora del método del taller de escritura y porque sabe de lo que habla. Hay una parte de escribir que puede ser innata y que corresponde al talento, al oído o al currículum como lector, pero hay otra que depende exclusivamente del conocimiento que tengas y de las herramientas que manejes. Y aquí, Silvia Adela Kohan ofrece un kit de supervivencia imprescindible para los escritores. Leánla, reléanla, y tomen nota, porque –háganme caso- aquí hay consejos muy buenos. 

lunes, 17 de octubre de 2016

Conociendo a nuevos autores


¿Estaría usted dispuesto a hacerle la vida imposible a alguien con tal de ganar dinero? Vamos, vamos, no se ruborice querido lector porque el editor de libros Leo Blum sí que lo está. Blum se ha hecho de oro con su mejor autor, Marc Carmona, pero éste decide un día dejar de escribir porque se ha enamorado. Leo toma una decisión controvertida: tiene que destruir esa relación sentimental. Cuando lo consigue, el editor se da cuenta de un hecho asombroso: cuanto peor es la vida amorosa de Marc Carmona, éste escribe más y mejor. Así que si Leo quiere ganar dinero tendrá que hacer que el escritor siga soltero durante muchos años. Pero, ¿han intentado ustedes destruir una relación amorosa? No es fácil... ¿Lo conseguirá Leo?



Biografía Mario Reyes
Mario Reyes (Puerto de Sagunto, 1971) es un periodista freelance y escritor a tiempo parcial. Ha colaborado en los mejores medios de comunicación del país, y también con algunos de los peores.
Ganó el Premio de Investigación Periodística Raimon Barnils en 2008 con un reportaje sobre la influencia del nacionalsocialismo en la ciudad de Valencia durante la Segunda Guerra Mundial, y ha publicado varios relatos en diferentes antologías temáticas. Además, se han estrenado un par de obras de teatro suyas: “Yo, Groucho” y “Las cartas de Gloria”.
Su página web www.marioreyes.es reúne toda la información de las tonterías sobre las que escribe.

Puedes seguir todas las historias que comparte Mario en su perfil de Twitter, @MartiniSoler y en Facebook http://is.gd/kUobig

Respuestas

―¿Qué podemos encontrarnos en tu novela y a qué público va dirigida?
“El gran Leo” es una novela que puede leer cualquier tipo de persona, incluso los que no suelen hacerlo de manera habitual. La novela plantea una pregunta: ¿estás dispuesto a todo con tal de ganar dinero? A partir de esta premisa, el libro es un manual práctico de cómo fastidiarle la vida a un amigo/a para ganar más dinero. Pero como eso no pasa en la vida real (¿o sí que sucede?) “El gran Leo” es pura ficción que hará que el lector pase un buen rato leyéndola. Por cierto, ¿cuándo ha sido la última vez que te lo has pasado realmente bien leyendo un libro?

―¿Cómo se te ocurrió la idea de la trama?
A veces pienso que está “Basada en hechos reales” pero lamentablemente la realidad supera la ficción. La idea me vino a la cabeza como una pregunta: ¿Y si alguien ganara dinero gracias a mi sufrimiento? Después escogí la literatura como escenario aunque podría haber elegido el mundo de la música pop, por ejemplo. Creo que la historia habría funcionado igual de bien si  Leo, en vez de ser editor de libros hubiese sido manager musical o un ejecutivo de una discográfica.

―¿Uno o dos adjetivos que definan a tus protagonistas?
Leo es un apasionado de los libros y de las cajas registradoras. Adora la letra impresa y los billetes recién salidos de la fábrica. Y además le encanta utilizar a los autores que publica en su editorial para que le ayuden a realizar sus maléficos planes. Es malvado pero entrañable. Y su escritor bestseller, Marc Carmona, es idealista y enamoradizo, pero siempre encuentra un hueco para escribir.

―¿Qué crees que le falta a la literatura actual?
Se publica tanto hoy en día gracias a las nuevas tecnologías que creo que estamos ante una avalancha literaria. Creo que las webs y los blogs literarios tienen que hacer un primer filtrado de los textos que realmente merece la pena leer. Además, hace falta más diversidad de temas, porque hay vida más allá de la novela negra, romántica, e histórica. Y por supuesto, la literatura necesita una mayor sinergia con el sector audiovisual/tecnológico a todos los niveles para dar una mayor difusión a las historias que escriben los autores.

―¿Cómo te ves dentro de unos años?
Trabajando en un supermercado mientras le digo a un compañero/a en un descanso: “¿Sabes que una vez publiqué una novela?”  


viernes, 14 de octubre de 2016

Un monstruo viene a verme


Siete minutos después de la medianoche, Conor despierta y se encuentra un monstruo en la ventana. Pero no es el monstruo que él esperaba, el de la pesadilla que tiene casi todas las noches desde que su madre empezó el arduo e incansable tratamiento. No, este monstruo es algo diferente, antiguo... Y quiere lo más peligroso de todo: la verdad. Maliciosa, divertida y conmovedora, Un monstruo viene a verme nos habla de nuestra dificultad para aceptar la pérdida y de los lazos frágiles pero extraordinariamente poderosos que nos unen a la vida.

A estas alturas no creo que nadie siga ajeno a la existencia de Un monstruo viene a verme. La sobreexpuesta y machacona campaña de publicidad que ha puesto en marcha Mediaset de la película de Juan Antonio Bayona ha llegado a todos los huecos posibles y ha puesto el foco en el origen de esta historia, escrita por Patrick Ness y que ahora recupera Reservoir Books en una edición especial, de lujo, ilustrada y con material extra en el que se incluyen, por ejemplo, entrevistas con el autor, con la editora y con el ilustrador. Es lo que se llama tirar la casa por la ventana para hacer frente a la que se supone que será una de las modas más potentes de los próximos meses: la historia de Conor, el adolescente que, ante la enfermedad de la madre, empieza a tener encuentros con un árbol gigante que lo visita de noche y que, después de contarle una serie de historias, le pedirá la verdad. Su verdad. Y aunque en las redes sociales –es también complicado retirarse de su influjo, como del de la luna- hay cientos de mensajes que dicen que qué hartá de llorar, que qué drama, que hay cines en los que incluso regalan kleenex, lo cierto es que se trata de una historia que aborda de una forma mágica –la lucidez del autor es innegable- temas tan complejos como la enfermedad y la muerte, el poder de la esperanza y el bálsamo de la literatura y, sobre todo, de la complejidad del ser humano. Pero no nos pongamos serios.
            Un monstruo viene a verme fue concebida en un principio como una historia para el público infantil-juvenil y, como cualquier buena historia para niños y jóvenes, pueden leerla también los adultos. Lo cierto es que esta novela tiene el poder, la virtud y la fuerza para conmover al público de cualquier edad. Patrick Ness lo consigue a través de una sabia elección, la de abordar asuntos de peso a través de la sencillez y la fragilidad de un adolescente. De esta forma, encontramos ya en la sinopsis una combinación letal: un niño y la enfermedad de una madre, dos conceptos que no deberían ir juntos en la misma frase, y menos aún en la misma vida. A esto se le suma la frustración por no poder hacer nada, las burlas de sus compañeros y el proceso de victimización al que es sometido y, como única escapatoria, está el mundo de los sueños y de la literatura, donde el protagonista, Conor, tendrá que enfrentarse a sus propios miedos. Fíjense, un adolescente poniéndole palabras a lo que no puede ser nombrado, a lo que ningún oído quiere escuchar. Y el autor dibuja personajes que no son héroes sino que tienen su carisma en su debilidad, en su llanto, en que son dolorosamente humanos. Y aquí aplaudo a Patrick Ness por ese tratamiento tan respetuoso que hace de la enfermedad, de la muerte y de la rendición, porque hubiera sido muy fácil caer en ser empalagoso o cursi, en ser exageradamente dramático. Y nada de este ocurre, gracias a Dios, lo que lo hace más dramático y más devastador.
            Dicen, porque yo aún no la he visto, que la película de Bayona lo hace todo grandioso y que maneja a su antojo la estética, la música y la dirección de los actores. No lo dudo, pero no se dejen engañar: esta historia tiene la enjundia suficiente para desarmar sin la necesidad de grandes alardes cinematográficos porque apela a una de las cosas imprescindibles de cualquier ser humano: la relación madre e hijo, que es sagrada e irrompible. Y ante esa fortaleza, todos los adornos, aunque sean bienvenidos, sobran. La edición especial, de lujo e ilustrada que nos trae ahora Reservoir Books es un regalo, un producto literario pensado para durar, para leer y releer, para acercarse a la historia de otra forma y con otros datos. No sólo tenemos el texto ilustrado, con unos turbadores dibujos en blanco y negro, sino que conocemos los entresijos de la historia, cómo la autora original, la que quería hablar sobre el tejo, murió sin poder terminar –ni siquiera bosquejar- su historia, cómo la editora, en un homenaje, buscó a un autor, Patrick Ness, que se hiciera cargo del encargo y que le diera forma a este proyecto. Y cómo la vida, que es así de mágica, hace que todo cuadre para que tengamos esta historia.
            Tengan a sus madres cerca cuando lean Un monstruo viene a verme porque esta historia, después de haberla leído, nos empujará a confirmar que nuestros lazos con ella siguen siendo fuertes y únicos y eternos. Querremos abrazarla y decirle cuánto la queremos. Esta novela juega en todas las páginas con esa fantasía que todos hemos tenido alguna vez: que las madres sean inmortales, que estén siempre con nosotros, como un telón de fondo de toda nuestra vida. Y no, eso no es posible. Patrick Ness, el autor, ha conseguido armar una historia sencilla y absolutamente fascinante sobre el dolor y la pérdida, sobre la necesidad de sobrevivir a un golpe. Y ésta es una historia de las de verdad, de las que hacen una herida. Y si lloran, lloren con tranquilidad, noten el desahogo en el pecho, porque ¿hay algo más bonito que llorar con un libro? 

lunes, 10 de octubre de 2016

El minero


Enredado entre dos mujeres de caracteres totalmente opuestos, un joven tokiota de buena familia decide abandonar su ciudad natal y la comodidad de su hogar para poner fin a su vida de una manera heroica. Pero en su camino se cruza un misterioso anciano que le convencerá de que la mejor opción en la encrucijada en la que se encuentra es la de convertirse en minero. Aceptando esa suerte de muerte en vida y escoltado por dos peculiares compañeros de viaje, el protagonista emprenderá un arduo camino que supondrá una ruptura radical con toda su vida anterior. Con el delicado paisaje japonés de fondo, las reflexiones del muchacho sobre su propia identidad, sobre la versatilidad del carácter humano y sobre la sociedad que le rodea supondrán para él la piedra de toque que le hará entrar en la edad adulta.

El viaje, como excusa narrativa, es tan antiguo (y tan recurrente) como la literatura misma. Además, suele seguir siempre la misma fórmula: un protagonista que se mueve físicamente para moverse también psíquicamente; es decir, una transformación no sólo por fuera sino también por dentro, un cambio de paisaje exterior e interior. En estos casos, el personaje principal suele iniciar su travesía en busca de algo, con un propósito claro que, al final, lo lleva a encontrase con su nuevo yo. La novela El minero, del escritor japonés Natsume Soseki y publicada por la valiente editorial Impedimenta, nos presenta a un joven de diecinueve años que decide dejar su vida acomodada –y el amor de dos mujeres- para matarse. Sus planes cambiarán a medida que avanza y acabará trabajando en una mina: termina bajo tierra, pero vivo. Durante este viaje irá descubriendo una nueva identidad en la que caben la dejadez, el egoísmo, la apatía, la incoherencia. El protagonista visitará su región más oscura.
“En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra”. Esa cita, sacada del ensayo Elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki (1933), está vinculada de una manera muy poderosa a El minero, porque esta novela de Soseki que se convierte, desde las primeras páginas, en un homenaje a la oscuridad. El protagonista inicia su viaje buscando la muerte (una muerte heroica, por supuesto), pero termina privado de luz, con los ojos cegados, en el interior de una mina donde trabajan otros diez mil hombres, monstruos todos ellos, considerados la escoria de la sociedad, los seres humanos que merecen estar aislados. El minero relata una bajada a los infiernos donde el hombre se encuentra con lo peor de sí mismo y lo peor de la sociedad, donde parece no haber escapatoria y donde salen a la superficie los fantasmas del ser humano: la apatía, la dejadez, el egoísmo, la mentira. Y todo esto sirve para moldear un nuevo personaje, para dotar al protagonista de una nueva personalidad, fruto del viaje y de la mina. Fruto de su encuentro con la oscuridad.
            El minero está narrado en primera persona; es casi en su totalidad un monólogo interior, combinado con exhaustivas descripciones del entorno. Aunque algunas críticas alertan de su prosa densa, a mí me ha parecido detallada, nada más. No la he vivido como una carga ni como un obstáculo porque uno entiende que lo importante no es la acción exterior –los hechos podrían resumirse en diez líneas- sino el agobio del personaje, que se contagia al lector, y la transformación que se va produciendo en el interior, cómo este joven inocente debe bajar a los infiernos y estar privado de la luz para aprender quién es, para descubrir su verdadera valentía.
            Tiene esta novela un rasgo característico no ya de la literatura japonesa sino de su idiosincrasia como pueblo: lo sagrado de la vida en sí misma. El protagonista sabe que las relaciones humanas son sagradas, que la muerte es sagrada, que la Naturaleza es sagrada. Y esta visión, este reverencial respeto por la existencia incluso en un suicida potencial, le da una dimensión diferente a la historia, una espiritualidad que se agradece porque no se aborda nada a la ligera, sino que se le da el valor, un peso específico dentro de la sociedad. Se habla también, como asunto preocupante, del individuo contra el colectivo, de las clases sociales, del sufrimiento buscado.
            El minero, esta novela que apenas llega a las 200 páginas, es una de las obras más reconocidas de Natsume Soseki por su capacidad para recorrer –con los brazos extendidos y los ojos cegados- las oscuridades del hombre; es una narración que se pasea continuamente entre la vida y la muerte, por la oscuridad y la luz, y en la que el autor se encarga de ir sacando las penalidades del protagonista. Es una obra profunda, intensa y dura, aparentamente estática, escrita como un monólogo y donde la acción es casi mínima porque la transformación se produce dentro, de una forma sutil. El minero narra una caída a los infiernos, y hasta eso, fíjense, es sagrado. Como decía Tanizaki, un auténtico elogio de la sombra. 

viernes, 7 de octubre de 2016

Lecturas de los rehenes


Un grupo terrorista toma como rehenes a unos turistas japoneses en un país extranjero. Después de una primera movilización de los medios de comunicación, pasa el tiempo y las negociaciones se vuelven más complicadas. La atención de la prensa internacional y de la opinión pública va decayendo y todo el mundo parece olvidar a los turistas secuestrados. Pasados los años, salen a la luz unas grabaciones de unas escuchas realizadas en la cabaña donde los terroristas habían recluido a sus víctimas. En ellas están recogidas las historias que cada uno de los rehenes escribió y, luego, leyó en voz alta a los demás: una idea que, en un primer momento, sirvió para combatir el tedio y el abatimiento, y que luego se convirtió en una manera para vencer el miedo a un futuro incierto explorando un pasado que llevaban en su interior y que nadie podría arrebatarles.

Es algo así como un flechazo. Uno ve el título, toma el libro en sus manos, lee la sinopsis y sabe que dentro hay una historia que debe conocer, a la que debe rendirse. Suena una campanilla. No sé cómo llamarlo, pero los síntomas son inequívocos: el pellizco en el estómago, el calor en la cara, la atracción inmediata. Así podría resumirse mi primera impresión con Lecturas de rehenes, escrito por la reconocida escritora Yoko Ogawa –autora de la espléndida La fórmula preferida del profesor- y publicada por la editorial Funambulista. El planteamiento es absolutamente conmovedor: nueve personas secuestradas (y a punto de morir) deciden contar en voz alta un momento concreto de sus vidas, a veces no especialmente trascendente, pero que los ha marcado de alguna manera. Y en los recuerdos que afloran están la presencia de la muerte, la magia por todas partes, las casualidades y los pequeños gestos. Porque la memoria es arbitraria, y graba a fuego la cara de un desconocido, el color de un paisaje o la luz de un día cualquiera.
            Lecturas de rehenes se mueve en un terreno interesantísimo y poco explorado, a medio camino entre la novela y el libro de relatos. Las historias que la componen son independientes, aunque es cierto que hay algo, un hilo invisible -en este caso, el prólogo-, que las unifica, que las conecta de alguna forma porque todas tienen algo en común: un canto a lo bonito de la vida. Sí, aquí están la ternura, los encuentros fortuitos y la muerte, siempre la muerte, la venidera, la antigua o la que nos atormenta, pero como contraposición a la magia, a la sorpresa. La vida es bella parecen decirnos estos rehenes que están a punto de morir y que han sido salvados en algún momento de su pasado por la casualidad. Tiene algo que recuerda a Las mil y una noches; quizás sea esa apuesta por la literatura, esa decisión de narrar la vida para escapar de la muerte, para perdurar. Lo que queda en la memoria siempre son las historias.
            Créanme: la virtud que tiene Yoko Ogawa para retratar lo cotidiano es mágica; su mirada parece domesticada para la ternura, para apreciar los gestos dulces, para identificar esa energía que une a las personas al azar. Tenemos, por ejemplo, la historia de esa joven que trabaja en una fábrica de galletas con forma de letras y que compone palabras con su vecina anciana, una mujer que persigue a un desconocido mientras se salva de la desazón, un ramo de flores que despertará los fantasmas de la muerte y del odio, una joven que se parece a varias abuelas difuntas: la imaginación de la autora es infinita y fascinante. Y encima es capaz de contarlo desde la dulzura, desde una contención estilística que busca a toda costa la belleza. Cada cuento, relatado en primera persona por cada uno de los protagonistas, es como dejarte ante una ventana abierta desde donde asoma un paisaje extraordinario. El prólogo, donde se contextualiza los cuentos, es absolutamente conmovedor, con la fuerza suficiente para colocarte en un estado de ánimo predeterminado: el de la necesidad de resumir tu vida en una historia.
            Lecturas de rehenes es el último testimonio de nueve personas que han sido secuestradas y que están a punto de morir a manos de sus captores. En este momento, deciden agarrarse a la literatura para salvarse: cuentan una historia, cuentan su historia. Jamás un ejercicio de memoria ha sido más emocionante, más tierno. Hablábamos antes de los flechazos y ahora hablo del carisma: de ése del que la autora dota sus libros, como un perfume que termina por envolverte. ¿Y ustedes, qué historia contarían antes de morir? ¿Qué recuerdo les sale a la superficie? Y no se olviden: la literatura contra la muerte y contra el miedo. La literatura, contra el olvido. La literatura como defensa de la magia y la belleza. La literatura y la vida, irremediablemente unidas. Siempre. Ah, lean a Yoko Ogawa. Léanla. 

miércoles, 5 de octubre de 2016

Las escuelas que cambian el mundo


Hay escuelas en España que están cambiando la educación. Escuelas que demuestran que otra forma de educar es posible. Escuelas que no están en Finlandia ni en Suecia; unas son públicas, otras rurales y algunas incluso están masificadas. Todas ellas son «Escuelas Changemaker» y están preparadas para liderar una verdadera transformación educativa. Son lugares que cuentan con alumnos, maestros corrientes, y padres cómplices detrás. Nos fijamos en escuelas de siete ciudades y pueblos de distintas comunidades autónomas que están luchando para que cada niño, niña y joven tenga la oportunidad de convertirse en un agente de cambio en la sociedad actual, y donde han comprendido que aprender a conservar nuestro entorno y construir un mundo mejor es tan innegociable como aprender a leer y escribir.

Algo se mueve en las escuelas. En alguna parte, cerca de nosotros, hay gente que transforma su descontento en ideas, que propone pequeños pasos con una dirección clara: hacer un mundo mejor, de habitantes más felices y con herramientas más útiles. ¿Más útiles para qué? Para la vida, para el presente. No es nuevo, lleva años extendiéndose la sospecha de que la educación actual no da respuestas a aspectos fundamentales en el crecimiento intelectual y emocional del niño, y cada vez son más los profesores que deciden capitanear este cambio, buscar soluciones y, sobre todo, ponerlas en práctica. César Bona es uno de estos maestros inconformistas y esperanzados, que ahora publica de la mano de Plaza & Janés Las escuelas que cambian el mundo, una inspiradora ruta por siete centros españoles que están entendiendo la educación de forma diferente: investigan, experimentan, escuchan las necesidades de sus alumnos y las atienden. Este libro nos permite acercarnos al futuro, conocer las escuelas del mañana. ¿Cómo son? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? Lean.
            César Bona dice: “El fracaso escolar siempre es culpa del sistema y de los profesores, no de los niños”. Recuerdo, y seguro que ustedes también tienen algún caso cerca, al hijo de una amiga que, antes de acostarse, siempre les preguntaba a sus padres si al día siguiente tendría que ir al cole. Cuando le decían que sí, se agarraba un berrinche del que le costaba reponerse. Y esto un problema, un problemón. Y aquí está el primer (y gran) objetivo de estas escuelas pioneras y visionarias que se han propuesto hacer de la enseñanza algo diferente: que el niño tiene que ir feliz al colegio porque se le debe garantizar que juegue, que se relacione, que aprenda y que se potencien sus talentos. Cada alumno debe sentirse querido y respetado. Porque algo deja claro César Bona antes de recopilar y exponernos las experiencias educativas: que lo principal es el niño, no llenarlo de exámenes ni criarlo en la competitividad o en el pensamiento único sino velar por su bienestar, enseñarle a entender el mundo y estimular su curiosidad para que aprenda, para que asimile que él tiene la capacidad para solventar cualquier problema que se le presente. Hacer del niño una persona con recursos.
            ¿Qué tendrían en común estas escuelas modernas, estos profesores que apuestan por otros esquemas educativos? (Diré sólo unas pocas características, para no destripar el libro). Pues que todos van más allá de los objetivos curriculares y se preocupan del bienestar del niño, de buscar la armonía entre él, sus compañeros y el entorno. Fíjense, ya hay centros que dejan que los niños establezcan sus propias normas –es una forma de que los pequeños sientan que la escuela les pertenece-, que los enseñan a gestionar las emociones, a solucionar las discrepancias, a respetar las diferencias, a que cultiven su interés por lo que les rodea, a buscar soluciones a los obstáculos que se les presentan... ¡Ya hay centros que hacen esto! Y realmente, hay experimentos curiosísimos como clases con tres profesores, asambleas con alumnos de diferentes edades para abordar los problemas del centro, actividades solidarias impulsadas por los propios niños, como visitas al asilo o tareas de reciclaje, chavales que se autoevalúan en curiosidad, en emociones,... En definitiva, en las escuelas hay niños sanos, resolutivos y respetuosos que están aprendiendo a ser adultos sanos, resolutivos y respetuosos. Además, César Bona lo cuenta desde la sencillez, desde la cercanía, con los puntos de vista de los alumnos, de los profesores y de los propios padres.
            Cualquier ataque se viene abajo cuando los protagonistas, en este caso los niños, dicen que son felices. ¿Quién se atreve a corregirlos? Las escuelas que cambian el mundo es una esperanza para los que estamos convencidos de que el sistema educativo se ha quedado anticuado y necesita una revolución, que debe hacerse cargo de las necesidades de los nuevos niños. César Bona sabe cómo inspirarnos, cómo hacernos ver que se pueden hacer las cosas mejor. Necesitamos gente como él, con sus ideas y su arrojo. Es hora de enseñar a los niños no a competir sino a colaborar para hacer un mundo más feliz, más justo, más amable. Y los niños serán los responsables porque la escuela, ¡qué bonito!, puede (y debe) cambiar la sociedad. Una lectura imprescindible para los padres, para los maestros y para cualquiera que se preocupe por la educación.