martes, 26 de enero de 2016

Amar tanta belleza


Dos figuras reales del Siglo de Oro, las escritoras María de Zayas y Ana Caro de Mallén, más conocidas por sus obras que por su borroso itinerario vital, protagonizan esta novela absorbente y perturbadora. De ellas se sabe que convivieron en el Madrid de 1637, cuando doña Ana llegó a la capital del reino para dar impulso a su carrera literaria. A partir de los documentos encontrados por una profesora universitaria entre ellos dos testimonios autobiográficos: una carta de Ana Caro y otra de María de Zayas se narran las apasionantes peripecias de las dos autoras, a la vez que nos sumergimos en el contradictorio mundo de la cultura del Barroco. La novela da comienzo con un macabro hallazgo: tras el muro de una casa, ha aparecido el cadáver momificado de una mujer. Y en los ropajes de la emparedada pueden leerse bordadas en hilo carmesí estas misteriosas palabras: «Mi hermano me puso aquí».
 Hay libros que enamoran desde el título; que atrapan, inquietan y conmueven desde ese Amar tanta belleza, sacado de un verso de María de Zayas, una de las dos escritoras –la otra es Ana Caro- que justifican esta novela, merecedora del último Premio Ciudad de Málaga, el del año 2015. Y habiéndome ganado por completo ya desde el nombre, entro en la historia como un lector curioso y hambriento, y lo que encuentro sacia mis expectativas: un colorido retrato del ambiente de Madrid en el siglo XVII, una reivindicación de la literatura y el talento femeninos, un reencuentro con dos ilustres autoras olvidadas, una historia de costumbres que se transforma, sin darnos apenas cuenta, en un curioso thriller histórico. Y todo esto lo hace Herminia Luque en esta novela, publicada por la fundación José Manuel Lara y con la personalidad suficiente para haberse convertido en una de las lecturas más estimulantes de los últimos tiempos.
            Recurre la autora a ese recurso literario tan popular que es el de encontrarse unos documentos y en el que el autor parece un editor casual donde su único mérito ha sido toparse con unos papeles de alto valor histórico y literario. Y así, se abre esta novela con la historia de una mujer-momia que aparece tras los muros de una casa y con un mensaje bordado que dice: «Mi hermano me puso aquí». Justo después, conocemos a Ana Caro, que llega desde Sevilla a Madrid queriendo hacerse un hueco en las letras, y que termina congeniando con María de Zayas, que se convierte en su guía y su consejera y que le da cobijo en su casa, hasta que empiezan a llegar unas notas anónimas en las que se las acusa de mantener una relación. Y a través de las vivencias de estas dos mujeres, que existieron en realidad, se habla de una forma potentísima de la literatura femenina, de sus inquietudes y sus desvaríos; del talento y de la creación literaria, del ambiente de Madrid del siglo XVII. Y tiene un halo pesimista, una dura pesadez, que es la de haber nacido mujer en esa época, donde no se las tenía en cuenta en materias intelectuales. En esos tiempos, sólo estaba alfabetizada un 30% de la población masculina y un 4% de la femenina.
            Puede parecer que la novela, redactada como si se recuperaran los documentos originales escritos por estas autoras, será farragosa y que el estilo –qué bien copiado de la época– pudiera resultar insoportable o lento. No, Herminia Luque tiene la indiscutible virtud de hacer la prosa reconocible y a la vez cercana, de dotarla de un latido intenso, de un nervio que agradece el lector actual y de un ritmo, que aunque irregular, funciona a las mil maravillas. La historia se prodiga en detalles, curiosidades y guiños, también en comparaciones y metáforas: ¡cuántas imágenes! Y es de alabar el trabajo de documentación que sostiene la novela y que se refleja en el texto de una forma muy natural, sin grandes alardes.
Amar tanta belleza se puede leer como un gran tributo a la literatura de mujeres (y escrita por una mujer). Sus obstáculos y sus baches (extrañamente vigentes en el día de hoy en otros muchos campos) hacen de ésta una lectura deliciosa y carismática, y con un empuje reivindicativo muy potente. «La mujer que lee desatiende alguna obligación», creían en el siglo de Oro. A medio camino entre la novela de costumbres, el relato de misterio e intrigas y, por qué no, el romántico, Herminia Luque nos presenta a estas dos ilustres damas y nos lo pone fácil para valorarlas, para buscarles un sitio en ese canon literario que las ha obviado. Y nosotros no podemos más que hacerle una reverencia y darle las gracias.
PS: Y ya lo dice María de Zayas en Amar tanta belleza: «La lectura es como el agua salada, cuando más se lee más se desea leer».





3 comentarios:

  1. No me llamaba especialmente, aunque después de leer tu reseña me ha despertado la curiosidad. No sé qué haré, estoy indecisa... Jeje.

    ¡Muchos besitos de café! ❤

    Mocca

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  2. Si me he enamorado de una reseña posiblemente acabe enamorada del libro.
    ¡TENGO QUE HACERME CON ÉL!

    ¡SE MUY FELIZ!

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  3. Pues me lo llevo apuntado. Una novela con un premio de mi ciudad y no la conocía!! No me importaría leerla. Gracias por tu reseña.

    Besos

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