martes, 3 de febrero de 2015

El tratamiento


En el parque Brockwell, una tranquila zona residencial al sur de Londres, la policía encuentra a una pareja brutalmente atacada y encerrada en su casa durante tres días, aunque aún les queda algo peor por descubrir: el hijo de ocho años ha desaparecido. Cuando el detective Jack Caffery llega y analiza las pocas pistas que tiene, encuentra inquietantes semejanzas con oscuros acontecimientos de su propia experiencia: la desaparición de su hermano cuando tenía nueve años, posiblemente a manos de un pederasta de la zona, por lo que cada vez le resulta más difícil mantener la objetividad en el caso. A medida que la investigación y los análisis forenses avanzan, Caffery ve más conexiones entre pasado y presente, y entonces sus pesadillas se hacen reales.
 Un escritor es, en cierto modo, un secuestrador. Sí, como lo oyen. Y cuanto mejor escribe, menos piedad tiene con nosotros, los lectores. ¿Por qué? Porque nos encadena a la historia, nos quita el sueño (y a veces el hambre) y nos deja con un terrible Síndrome de Estocolmo. Pues, señores, la británica Mo Hayder parece manejar a la perfección todas estas pérfidas técnicas del escritor-secuestrador porque con El tratamiento, la nueva novela que publica Siruela dentro de su serie policiaca, nos tiene atados a las patas de la cama durante varios días, mientras nos cuenta la historia más bruta(l) que he leído en los últimos tiempos: el intento de desarticulación de una red de pederastia que lleva décadas actuando con total impunidad en un barrio a las afueras de Londres. Me he asustado (mucho). Me he entretenido. Me ha entretenido porque me he asustado. Y os lo advierto: el tema no es fácil. 
            A veces uno tiene el pálpito de que un autor va a naufragar con su nueva novela antes incluso de haberla leído. Lo intuye por el tema en cuestión o por la ambición desmedida. Algo así pensé de Mo Hayder al revisar la sinopsis de la contraportada: abusos sexuales a niños. «Uhm», pensé. Y ahora, recién salido de sus páginas, sólo puedo alabar a la autora por la valentía, por hablar con crudeza, pero sin morbo de este tema espeluznante, y por enfrentarnos cara a cara a una realidad tan aterradora. Tiene una prosa con carácter, dura como puñetazos, y que se empapa de la escritura cinematográfica porque se estructura en escenas cortas que se van desarrollando en diferentes escenarios, algo así como el montaje de cine. Jack Caffery, el protagonista, es un policía de catálogo: intrépido (incluso temerario), con una relación de pareja destructiva, obsesionado con su trabajo y traumatizado por una experiencia del pasado que interfiere de lleno en la investigación; de hecho, está a punto de echarla por la borda. Este personaje principal, oscuro y carismático a partes iguales, es la representación de ese eterno debate entre la responsabilidad y los sentimientos. Lo emocional frente a lo racional.
            Este libro da miedo. Auténtico pavor. Y la culpa la tienen, por un lado, la ambientación y ese pulso interno tan bien conseguido; y por otro, la habilidad de la autora para dibujar personajes repulsivos: los buenos, los malos y los muy malos están tratados todos con el mismo respeto (aunque no se lo merezcan). Esto no evita la punzada en la tripa, y el gesto de disgusto mientras leemos algunos pasajes. Esta historia, además de abordar este tema tan escabroso-espeluznante-asqueroso, se convierte en una certera reflexión sobre la infancia, los traumas, y la necesidad de reconciliarse con el pasado. En un nivel muy sutil, nos hace reflexionar también sobre la absurdez del arte, sobre esa delgada línea que separa la obra maestra con la tomadura de pelo.
            A pesar de ser la segunda entrega de las investigaciones de Jack Caffery, en ningún momento se echa en falta nada. El tratamiento funciona como novela independiente. Entre los grandes aciertos de Hayder resalto varios puntos de giro impresionantes, donde nada es lo que parece y que provoca que la investigación se ramifique por el sitio menos pensado; y un diario del culpable que se adjunta al final, a modo de anexo, y que le da a la historia una visión más estremecedora.
El tratamiento es una novela negra al uso, pero en la que encajan a la perfección todas las piezas: una prosa potente, una historia sin fisuras, y un desarrollo sorprendente y a la vez lógico; Y además, pondrá a prueba tu resistencia cardiaca. Repito que el tema no es fácil –ni mucho menos–, pero Mo Hayder consigue, a pesar del mal rato, encerrarnos en la historia y hacernos temblar de miedo. Tiene un final tan álgido que lo primero que haces, al terminarla, es ver cuándo se va a publicar la siguiente entrega: lo que yo os diga. Síndrome de Estocolmo.


PS: Y por cierto, qué edición más cuidada la de Siruela. En esto del placer de la lectura, todo suma.


3 comentarios:

  1. No sé yo.. he terminado un poco cansada este mes de novela negra
    lo dejaré para más adelante
    un beesito

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  2. No me sonaba esta novela pero después de esta fantástica reseña, apuntadísima que me la llevo.
    Besotes!!!

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  3. Ufff me has dejado con ganas de leerla! Me la apunto! Graciassss

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